lunes, 21 de febrero de 2011

Deja vù...




La valse d’ Amelie vibra en su interior, gira bajo los Sakuras, se aleja, vuela y regresa de ese lejano país, el país bajo su piel… las hojas, se aproximan a ella en volatil lluvia rosàcea, parecen llevar el ritmo de su respiración. Él la observa recargado contra un árbol, esta callado, tan callado que parece estar ausente; no se alarma, conoce sus silencios, le gustan… sus ojos dicen todo lo que ella necesita saber, le gusta sentir sus miradas, la música en su cabeza se detiene, ya no tiene importancia, ahora necesita tomarle de la mano, saber que es real, resuelve caminar hacia el, levanta ambas manos y toca su rostro… su rostro de roca, firme, siente la dureza de sus facciones -alguna vez ha pensado que el pudo a ver sido algún caballero, de esos que airosos subían a su caballo y partían en aras de justicia y libertad para su pueblo, lo imagina héroe- trata de parar sus efluvios mentales.

Él, al sentir su tacto se estremece y se inclina imperceptiblemente hacia la mano derecha, apenas roza con sus labios la palma y deposita el mas tierno de los besos; ella es feliz, y el lo sabe, lo sabe por la forma de sus miradas… se pierden en el interior de sus pupilas hasta que un frío viento llega del norte, sin pronunciar palabra se toman de la mano y caminan hacia aquella vieja cafetería frente al parque, sentándose frente al ventanal ordenan, para él un americano, ella un capuchino de moka.

El silencio permanece, pero lejos de ser un silencio incomodo, es un silencio lleno de miradas cómplices, ella retira la vista y la pierde en un punto distante del horizonte, los tonos naranjas de un atardecer de invierno la hacen viajar, viaja no mucho tiempo atrás… recuerda aquel primer encuentro -su cuerpo reacciona ante la remembranza, y los escasos bellos que cubren su brazo se erizan- puede sentir con claridad los nervios que la invadieron, el rubor en sus mejillas se hace presente, las sonrisas compartidas, el beso, aquel primer beso, el sabor de sus labios, el aroma de su piel, la textura de su suéter… todo lo recuerda con una claridad inquietante.

Él parece adivinar su pensamiento, o al menos intuye la importancia de sus rubores, acercándose a ella le besa el cuello, deteniendo cualquier pensamiento, llamándola al presente, voltea y lo mira, vislumbra en sus ojos esa chispa que ambos conocen, que muchas veces antes los ha hecho salir de diversos lugares sin importar la ocasión o el motivo, pero hace caso omiso, no por que no lo desee, ella arde de la misma forma y tal vez con mas intensidad que el, debido a su resiente lluvia de recuerdos, es mas bien para alargar el preámbulo, para dar la sensación de eternidad a sus deseos, la espera siempre enardece el placer acostumbra decir el; de nuevo siente el tacto de unos labios rozándole el cuello -una segunda invitación- el café se ha terminado, el frío es mas fuerte aún con la calefacción encendida… y él, él esta ahí sentado a su lado, irradiando calor, llenándola de el, lo mira y sabe que es hora de irse, levantándose dejan 2 billetes que cubrirán el costo de lo que han consumido.

Al salir, el frío les hiela la piel, el hace señal de abordar un taxi, pero ella no se detiene y continua caminando.


-Son solo 5 cuadras- comenta.

-¿Estas loca? ¡Nos estamos congelando!


Pero continua su camino con andar resuelto, sin decir nada, las calles se tornan solitarias y sombrías, el sol se ha ocultado por completo, en el cielo algunas estrellas comienzan a ser visibles, tintinean inquietas, de pronto… se detiene abruptamente, gira hacia el y tomándolo del cuello lo acerca a su rostro, lo besa, rozando apenas lentamente sus labios, jugando con ellos, dejándolo sentir su aliento… se enardece y lo besa con pasión, con urgencia, el deseo la consume, él reacciona ante su inesperado ataque, la toma de la cintura y la atrae hacia si mismo, obligándola a arquearse contra su cuerpo, se besan desesperadamente… como sincronizados recuerdan que están en un lugar publico, se detienen sin muchas ganas y entonces es ella la que para el taxi, lo abordan, durante el corto trayecto de camino a casa, el besa tiernamente su cuello, su rostro, sus ojos, sus labios… -Que diferentes eran ahora sus besos, en algunas ocasiones solía extrañar el pudor y la timidez de sus primeras caricias, pero hoy no, hoy lo desea así, dueño de ella, no necesita pedir permiso, ni buscar en sus ojos señal alguna de aprobación, ella es de él y lo sabe-

Sin darse cuenta están ya en el departamento, se funden en caricias y besos, se unen, se hacen uno mismo, los espacios desaparecen, los ruidos son sordos, solo están ellos dos, nadie mas existe, nadie mas importa…


La tímida luz de un amanecer invernal llega a su rostro, retenida apenas por una delgada cortina que resguarda la intimidad de su habitación, recostada sobre su pecho siente su tibieza, el acompasado ritmo de su respiración…


¿Esta despierto? ¿Sabe que ella lo esta? ¿Disfruta igual que ella la sensación de su desnudes, de la desnudes de ambos?


La yema de sus dedos le dan la respuesta, caprichosas se abren paso entre las sabanas, dibujando formas por su espalda…




Ella sonríe, es Feliz…



CONNIE ZEPEDA.


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